domingo, 31 de julio de 2011

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“Lucía, voy a dejarlo”, me dice mientras agacha su cabeza, toca la alianza que aún simboliza lo que ya no es y calla.
Mayte era bailarina profesional. Perfeccionista hasta acabar con sus propios límites, hasta hacerse daño, causarse miedo y quererse mal. Una mujer que durante un tiempo no hizo más que buscar expectativas no reales. Alguien que cree que existen líneas corporales perfectas en un cuerpo de naturaleza imperfecto y que es capaz de acabar consigo misma si así consigue lo que otros esperan de ella.
“Esto no funciona. Esto desde hace un tiempo ya no va, ya no toca, ya no es lo que debía ser. Yo me largo Lucía, recojo lo que desde hace ya un tiempo es más suyo que mío y me voy. Le escribiré algo, será más fácil, me entenderá mejor, lo sé. A él le encantaba ver mi letra entre sus apuntes …”, Mayte no termina sus frases, eso siempre me asustó en ella. Con frecuencia dudo de sus decisiones, pero son precisamente ellas la que la llevaron a la cima, así que mejor reservo mi opinion.
Mayte tenía un cuerpo apolíneo. Sereno, quilibrado … envidiable. La imagen que todo espejo desea reflejar porque si eso que te devuelve eres tú, eres una diosa terrenal. Un ángel sin alas. Un icono de sexualidad masculina. El “alter-ego” de cualquier dama que persigue el “más”, el placer, el guiño sensual por el que cualquiera perdería sus cinco sentidos, su razón y su cordura.
“Oye, no te preocupes. En menos de lo que te des cuenta, todo habrá pasado. Eres rápida. Lo superarás porque quieres ser feliz,¿verdad?”, le pregunté.
“Yo … bueno … emm. Me despido de los últimos episodios que protagonicé. Abandono mis puntas y con ellas todo lo que en su día fui …”, llora y seca sus lagrimas con los puños del jersey. No termina sus frases. Temo de nuevo por ella y por mí, es entonces cuando veo clara mi fortuna. Sonrio. La abrazo y el alivio … del alivio mejor ni hablar.
Gracia Rodríguez.-

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