jueves, 14 de abril de 2011

Oportunidades ...

“ssshhh, calla niña, no hables así, que estamos en cuarema”, me decía mi madre mientras me hacía la trenza para ir a la iglesia. Siempre odié la rutina de los domingos. No hablo de la de la semana porque yo la que odiaba era la del domingo.
 La obligación de escuchar palabras que no te interesan lo más mínimo, es agotador. Una mitad apenas la crees, la otra no la crees. Allí solía encontrarme con Don Gonzalo. El cura calvo de mi pueblo. Confieso que si aguantaba la charla en el banco de madera era por él.
“Ponte recta niña. ¿Qué pensará la gente al verte así?”, preguntaba mi madre mientras Gonzalo perdonaba pecados y yo me quitaba las “asesinas” manoletinas de la tienda de Paqui. Ese era el momento más divertido de la ceremonia, observar como el cura, idolatrado por sus fieles, bebía vino y repartía hostias.
-          “Vayan en paz”, finalizaba el cura.
Salimos de la iglesia. Alguien me tira del lazo.  
-          “¿Juegas conmigo?”, pregunta Manuel.
-          Si. Bueno espera, voy a preguntarle a mamá.
-          Mamá,¿puedo quedarme un ratito más jugando con Manuel?
Mi madre se vuelve. Me mira. Lo mira, y mira también a su madre. Una mujer que entre lagrimas pide muchas cosas que se resumen en una palabra: AYUDA. Es ahora cuando, mamá me coge del brazo y mirandome a los ojos me dice: “cariño, se hace tarde, es hora de ir a casa”. Yo aún le sigo preguntando, ¿por qué?

Gracia Rodríguez-

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